¿Que tan infalibles somos los dentistas?

Los Dentistas y la Ética Profesional

La semana pasada, escribiendo un comentario sobre ética profesional, me quede pensando si no estaba siendo muy soberbio al dejar en claro que yo no era ningún charlatán. Pongamos un ejemplo: un paciente llega a mi clínica para que le haga un puente. Si considero que he hecho un excelente trabajo, lo instalo y lo doy de alta. ¿Pero qué pasa si por circunstancias ajenas a mí, algo fracasa y el trabajo se echa a perder? El paciente consulta a otro colega, quien al investigar las posibles causas del fracaso, concluye que el trabajo fue mal hecho desde un principio. Entonces, ante la muy de moda ecuación fracaso = mala praxis, quedaré como charlatán en rojo y con mayúscula.

Mi primer pensamiento es que nadie puede arreglar algo perfectamente, dejándolo igual a como fue hecho por nuestro creador. Y en la boca esto es particularmente cierto: ¿Sabían ustedes que la boca es uno de los ambientes más hostiles del planeta?… más que el desierto de Sahara. La humedad, la elevada temperatura con respecto a otras partes del cuerpo y las fuerzas de masticación, hacen que cualquier cosa que se instale en la boca tenga una caducidad. Además, cada situación clínica trae consigo un paquete de circunstancias con las que no contamos y van más allá de nuestra inteligencia y habilidad: que el paciente no tiene buena higiene oral, que rechina dientes, que se perdía las citas, etc.

Por lo tanto, le recalco a usted que lee estas líneas: NINGUN trabajo dental es eterno, TODOS tienen fecha de caducidad. Si a usted o a alguien cercano a usted le han durado sus tratamientos muchos años, déle gracias a Dios porque su dentista le echó ganas al trabajo y utilizó buenos materiales o usted se comprometió con el tratamiento.

Nuestra intención siempre es hacer nuestro mejor esfuerzo; no creo que existan dentistas tan mal intencionados que dejen las cosas mal solo para disfrutar del daño que producen. Sin embargo, hay circunstancias culposas o dolosas, que desembocan en situaciones lamentables, como todas las cosas en la vida. Entonces, ¿somos 100 porcienteo infalibles y todo siempre debe de salir bien?, pues no, no lo somos pero queremos estar en el percentil más alto que el conocimiento y conciencia nos permita.

Por eso, con cada tratamiento, es fundamental establecer un pacto: el paciente confiará en las decisiones de su dentista, mientras que el dentista hará su mejor esfuerzo, con calidad y conocimiento. En conjunto, se comprometerán a darle seguimiento al trabajo y asumir las consecuencias para bien o para mal. Tal vez no exista el 100 porciento de infalibilidad pero creo que sí hay una receta razonable de predictibilidad….. sin charlatanería.